Por Roberto Rojas
Hoy es un día de júbilo para todos los dominicanos, especialmente para quienes, como yo, que llevamos décadas soñando con ver despegar una aerolínea con bandera dominicana rumbo a Nueva York. El histórico vuelo de Arayet marca no solo una nueva etapa en nuestra conectividad aérea, sino también un acto de justicia económica y emocional para millones de compatriotas que han sido víctimas de abusos tarifarios por parte de aerolíneas sin competencia real durante más de 30 años.
Como líder comunitario en Nueva York, he sido testigo de historias conmovedoras: padres que no pudieron reencontrarse con sus hijos en Navidad, familias que debían elegir entre enviar remesas o comprar un pasaje, jóvenes que solo conocían a su país a través de videollamadas. Hoy, gracias al liderazgo del presidente Luis Abinader y la firme gestión del ministro de Turismo, David Collado, todo eso comienza a cambiar.
Este logro no fue casual. Durante 23 años se intentó sin éxito firmar un acuerdo de Cielos Abiertos con Estados Unidos. Fue esta administración la que finalmente tuvo el coraje, la estrategia y la voluntad de hacer realidad ese anhelo. El resultado no solo abre el cielo, también abre las puertas de la esperanza y la dignidad para la diáspora dominicana.
La entrada de Arayet a este mercado no solo beneficia al país en términos de turismo, inversión y competitividad. También ha obligado a gigantes del sector como JetBlue a reducir precios que antes eran impagables para la mayoría de los dominicanos. Pasamos de tarifas de $1,200 a precios tan competitivos como $209, lo que representa una verdadera revolución en favor del pueblo.
Este cambio de paradigma también crea un nuevo precedente: República Dominicana no es solo un destino turístico, es un país con visión, que apuesta a su talento, a su gente y a su capacidad de competir en igualdad de condiciones. La expansión de Arayet hacia ciudades como Houston, Los Ángeles y Chicago es la continuación natural de este proceso.
Como dominicano radicado en el exterior, me siento orgulloso de ver a mi país romper barreras, planificar con inteligencia y gobernar con propósito. Aplaudo al ministro Collado por entender que el turismo no es improvisación, es política de Estado; y al presidente Abinader por delegar con confianza y actuar con firmeza.
Este vuelo inaugural de Arayet no es solo un viaje de punto A a punto B. Es el reflejo de un país que se atreve, que avanza, que conecta con su gente, sin importar dónde viva. Desde Nueva York, levanto mi voz para celebrar este paso trascendental. Porque cuando una nación se atreve a volar alto, el orgullo también despega con ella.
¡Felicidades, República Dominicana! ¡Felicitaciones, diáspora dominicana!
Este es solo el comienzo de un nuevo cielo.
