Por José Amador, director del periódico Alta Gama
En política, la palabra es un recurso poderoso. Puede inspirar, movilizar y generar esperanza en quienes buscan líderes capaces de transformar sus promesas en realidades. Sin embargo, cuando las palabras carecen de respaldo en los hechos, pierden su esencia y, con el tiempo, dejan de tener credibilidad.
El alcalde de Santo Domingo Este, Dío Astacio, ha demostrado ser un orador talentoso, capaz de cautivar audiencias con discursos elocuentes y mensajes cuidadosamente elaborados. Su dominio de la retórica le ha permitido proyectar una imagen de liderazgo sólido y de visión clara para el municipio. No obstante, el verdadero liderazgo no se mide por la habilidad para hablar, sino por la capacidad de cumplir lo que se promete.
Hoy, la distancia entre sus palabras y la realidad empieza a ser demasiado evidente. El encanto inicial de su discurso comienza a desvanecerse, y muchos ciudadanos ya no escuchan con la misma atención, porque han descubierto que detrás de cada frase bien estructurada, cada promesa reiterada, hay una ejecución que no termina de llegar.
La credibilidad es uno de los pilares fundamentales en la política, y cuando esta se pierde, es difícil recuperarla. Los líderes que optan por refugiarse en discursos en lugar de acciones concretas terminan enfrentando una creciente desconfianza de sus gobernados. Y es precisamente esa desconfianza la que empieza a rodear la gestión de Dío Astacio.
Este es un momento crucial para su liderazgo. La retórica puede ganar tiempo, pero no puede sostenerse indefinidamente. La población exige autenticidad, transparencia y resultados. Las palabras sin acción ya no son suficientes.
En Alta Gama, seguiremos atentos y vigilantes, recordando siempre que la política debe ser un ejercicio de responsabilidad, en el que las palabras se alineen con los hechos. Porque cuando un líder pierde la credibilidad, pierde también la confianza y el respaldo de quienes un día creyeron en él.
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